René Petersen, gestor de Cartera de la Estrategia de Renta Variable Sostenible Europea «Stars» de Nordea

Europa se encuentra ante un “ahora o nunca”.

Tenemos que decidir si asumimos la responsabilidad de nuestro futuro o si dejamos que otros decidan por nosotros. Es absolutamente crucial que Alemania utilice su amplio margen fiscal para rearmarse y mejorar su infraestructura. Si esto ocurre, soy bastante optimista respecto a las oportunidades de retorno para Europa en los próximos años.

Junto con mi equipo de inversión, somos responsable de seleccionar las 35 a 45 acciones que conforman la Estrategia de Renta Variable Sostenible Europea «Stars» de Nordea. Esta solución invierte exclusivamente en empresas europeas, con un perfil de inversión a largo plazo. A través de un perfil de riesgo equilibrado en relación con los mercados bursátiles de los distintos países, nuestro objetivo es generar rendimientos superiores al promedio europeo. Además, solo invertimos en compañías que cuenten con políticas claras sobre cómo gestionan los aspectos medioambientales, sociales y de gobernanza – los denominados criterios ESG. Junto con el análisis de esta materia, la cartera está compuesta por acciones seleccionadas mediante un análisis exhaustivo de valoraciones financieras, precios y posicionamiento estratégico.

La oportunidad de una Europa nueva y fortalecida contrasta directamente con la imagen que se ha tenido del continente en los últimos 15 años. Durante ese período, apretamos el cinturón para salvar al sector bancario y al euro, cuya supervivencia también estuvo en duda a comienzos de la última década. Tras la crisis financiera, el sector bancario tuvo que aumentar su base de capital y reducir el volumen de préstamos. Al mismo tiempo, externalizamos gran parte de nuestros empleos industriales europeos a China. Como consecuencia de todo ello, el respaldo a nuestro propio sistema político quedó debilitado. Sin embargo, ahora, parece que los políticos europeos comienzan a comprender qué rumbo debe tomar Europa, y esa nueva dirección traerá consigo necesidades de inversión.

El nuevo rumbo consiste en reducir la dependencia de Estados Unidos en materia de defensa, garantizar un suministro energético independiente tanto de Rusia como de Estados Unidos, y disminuir la dependencia de China en la cadena de valor industrial. Entre las necesidades clave, destaca la de establecer nuestra propia infraestructura de semiconductores y, con ello, recuperar la producción industrial—no como el trabajo manual que se externalizó, sino como producción automatizada, que a su vez genera numerosos empleos en el sector de servicios.

Nos llevó 20 años desmantelar nuestra propia cadena de valor productiva, impulsados por el argumento de la mano de obra barata. Pero: 1) esa mano de obra barata ya no existe y 2) no podemos permitirnos acabar en una situación en la que no podamos obtener bienes o en la que la sociedad se paralice porque un buque portacontenedores encalla en el Canal de Suez. Reconstruir la cadena de valor y transformar a Europa para que sea más autónoma llevará buena parte de una generación. Pero es nuestra única opción. Y si comenzamos a romper el ciclo negativo, soy bastante optimista respecto al futuro de Europa y, por ende, al potencial de los retornos de inversión.

Esta transformación también debe involucrar los llamados objetivos de inclusión social, que formaron parte de las más de 170 recomendaciones hechas por el ex primer ministro italiano y expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su reciente informe sobre el fortalecimiento de la competitividad de Europa. El crecimiento impulsado por el aumento de los precios de las acciones y de la vivienda ya no es sostenible. Esta evolución debe incluir también una dimensión social que reduzca la desigualdad y aumente la prosperidad para todos los europeos; de lo contrario, nuestros sistemas de bienestar no sobrevivirán.

Entiendo la preocupación de muchos europeos por su contexto actual. Pero si miramos hacia atrás en la historia económica reciente, vemos que, en momentos de miedo o incertidumbre, las cosas a menudo cambian para mejor. En el pico de un ciclo económico, solo queremos que continúe. No obstante, los eventos difíciles como la crisis financiera traen consigo cambios con el potencial de beneficiarnos a largo plazo. Hoy, tenemos un sistema bancario sólido que ha demostrado su valor en múltiples ocasiones desde la crisis financiera. Superamos ese desafío y también superaremos los problemas de hoy. Por ello, podemos afirmar que el panorama para los inversores en Europa es prometedor.